Título: ¡Por mil mamuts, se me congela la cola!
Autor: Gerónimo Stilton
Editorial: Destino
Trata de un periodista llamado
Gerónimo Stiltonut, que trabajaba en “El Eco de la Piedra” en ciudad
Petrópolis. Una mañana tenía una importante misión y era ir a buscar
losas de mármol acompañado por su fiel carretosaurio. De repente oyó un
estruendo, era su hermana Tea a lomos de su inquieto trotosaurio. Tea le mandó
a Gerónimo que subiera a su trotosaurio y
fueron a la taberna de Trampita, que estaba lleno de roedores pero Tea
consiguió colarse a primera fila y oyó al explorador de Petrópolis que había
visto una montaña gigante que andaba.
Al día siguiente, Gerónimo,
Tea, el explorador y el sobrino de Gerónimo, llamado Benjamín cogieron una
barca y pusieron rumbo a las Islas Glaciares. Cuando llegaron a las Islas, el
explorador les dio unos abrigos y unas botas de pieles. Escalaron una montaña
muy empinada, pasaron un puentecillo de piedra muy frágil y caminaron con un
fuerte viento.
Gerónimo tuvo el
presentimiento de que les seguían. Oyeron un ruido y eran los cachiporras
polares y cuando les vieron se asustaron y salieron corriendo en desliza nieves a toda velocidad. Después de bajar la
montaña, Gerónimo vio una montaña que se movía y acamparon cerca de la montaña.
Al día siguiente cuando se despertó Gerónimo y Benjamín vieron la tienda de
campaña volando por los aires y cuando cayó de nuevo al suelo, el explorador se
despertó y vio una montaña que tenía pies, se trataba en realidad, de un mamut
con un montón de ratones en su pelaje, se trataba de los ratonuits. Estos,
contaron que habían sido expulsados de su territorio por los cachiporras
polares pero un día rescataron los ratonius a una cría de mamut y desde entonces
se hicieron amigos y convivieron juntos. Antes de volver Gerónimo y sus
acompañantes de vuelta a casa, los
ratonius les pidieron que no revelaran el secreto de la existencia de los
mamuts y los ratonius.
Cuando llegaron de vuelta a
casa, contaron a la gente de Petrópolis que la montaña sólo era un queso
colgante, una corteza fundente y una lechuga humeante.
Desde entonces, todos los años
van a visitar a los ratonius.
Mario Ribagorda González
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