domingo, 6 de octubre de 2013

¡POR MIL MAMUTS, SE ME CONGELA LA COLA!





Título: ¡Por mil mamuts, se me congela la cola!
Autor: Gerónimo Stilton
Editorial: Destino

Trata de un periodista llamado Gerónimo Stiltonut, que trabajaba en “El Eco de la Piedra” en ciudad Petrópolis. Una mañana tenía una importante misión y era ir  a buscar  losas de mármol acompañado por su fiel carretosaurio. De repente oyó un estruendo, era su hermana Tea a lomos de su inquieto trotosaurio. Tea le mandó a Gerónimo que subiera a su trotosaurio y  fueron a la taberna de Trampita, que estaba lleno de roedores pero Tea consiguió colarse a primera fila y oyó al explorador de Petrópolis que había visto una montaña gigante que andaba.
Al día siguiente, Gerónimo, Tea, el explorador y el sobrino de Gerónimo, llamado Benjamín cogieron una barca y pusieron rumbo a las Islas Glaciares. Cuando llegaron a las Islas, el explorador les dio unos abrigos y unas botas de pieles. Escalaron una montaña muy empinada, pasaron un puentecillo de piedra muy frágil y caminaron con un fuerte viento.
Gerónimo tuvo el presentimiento de que les seguían. Oyeron un ruido y eran los cachiporras polares y cuando les vieron se asustaron y salieron corriendo en desliza nieves  a toda velocidad. Después de bajar la montaña, Gerónimo vio una montaña que se movía y acamparon cerca de la montaña. Al día siguiente cuando se despertó Gerónimo y Benjamín vieron la tienda de campaña volando por los aires y cuando cayó de nuevo al suelo, el explorador se despertó y vio una montaña que tenía pies, se trataba en realidad, de un mamut con un montón de ratones en su pelaje, se trataba de los ratonuits. Estos, contaron que habían sido expulsados de su territorio por los cachiporras polares pero un día rescataron los ratonius a una cría de mamut y desde entonces se hicieron amigos y convivieron juntos. Antes de volver Gerónimo y sus acompañantes  de vuelta a casa, los ratonius les pidieron que no revelaran el secreto de la existencia de los mamuts y los ratonius.
Cuando llegaron de vuelta a casa, contaron a la gente de Petrópolis que la montaña sólo era un queso colgante, una corteza fundente y una lechuga humeante.
Desde entonces, todos los años van a visitar a los ratonius.

Mario Ribagorda González


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